Enviado por Revista Argumentos del IEP
Por su gran importancia para la educación lo difundimos. Por educación regional de acuerdo a cada realidad.
En Lima mismo no he aprendido nada del Perú. Allí nunca se trata de algún objeto relativo a la felicidad pública del reino. Lima está más separada del Perú que (de) Londres, y aunque en ninguna parte de la América española se peca por demasiado patriotismo, no conozco otra en la cual este sentimiento sea más apagado. Un egoísmo frío gobierna a todos, y lo que sufre uno mismo, no da cuidado a otro. Alexander von Humboldt1
A pesar de los doscientos años transcurridos desde que Humboldt hiciera esta dramática declaración, ella parece seguir teniendo vigencia no obstante los cambios que se han producido a lo largo de esos dos siglos. La aguda división entre la capital y las provincias se caracteriza porque los pobladores de Lima tienen muchas mayores posibilidades para acceder a los bienes públicos y, en esa medida, para gozar de mejores condiciones de vida que los habitantes del interior del país, sobre todo de los residentes en los departamentos de la sierra donde la explotación colonial del campesinado y el secular abandono estatal son causa de la elevada concentración de población indigente2.
Asimismo, dicha división permite que los residentes de Lima tengan mayor capacidad para participar e influir en las decisiones políticas que involucran al conjunto del país que aquéllos que habitan fuera de ese ámbito; esto es así porque la concentración del poder político y económico, así como de la burocracia estatal en Lima, faculta a sus agentes a tomar decisiones sin tener en cuenta los intereses y las opiniones de los provincianos, lo que ha motivado que sus sentimientos de agravio se manifiesten de manera intermitente en distintos planos de la experiencia social.
Esa desigualdad también se ha reflejado en la esfera cultural: la percepción dominante es que Lima representa el progreso y la modernidad, mientras que las provincias en su conjunto se encuentran ancladas en el atraso y la tradición, por lo que no les queda otra alternativa que ceñirse a los moldes establecidos en la capital para adecuarse a los nuevos tiempos, abandonando sus pretensiones de autonomía y de originalidad. Este menosprecio a las tradiciones y a la capacidad de innovación cultural de las provincias se agrega asimismo a la carga de rechazo que produce el centralismo limeño
1Humboldt (1991)
2Sobre las diferencias regionales ver Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (2002, 2006, 2007 y 2008)
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