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La escuela tradicional tiene el reto de adaptarse a la tecnología como sistema paralelo de enseñanza y aprendizaje.
Por: Julio César Mateus Borea (*)
La escuela ha sido una de las instituciones sociales más reacias a incorporar los nuevos medios. La ambigüedad sobre los efectos de los aparatos sobre los individuos, combinada con la sensación de pérdida de la autoridad del maestro, ha sido la excusa para una postergación que alimenta la injusticia de los tiempos actuales: el analfabetismo digital.
EL NUEVO MAESTRO
El hijo de un amigo –de quien tengo noticias porque compartimos la misma red social– olvidó, en su colegio, la tarea que debía presentar al día siguiente. Vía mensaje de texto, pidió a un compañero que se encontraba aún en el lugar que la escaneara y se la enviara por correo electrónico para imprimirla. En paralelo, solicitó por Twitter ayuda para resolver una pregunta y recibió más de diez respuestas con enlaces a fuentes diversas. En menos de cinco minutos, había logrado burlarse del tiempo y del espacio.
El hijo de un amigo –de quien tengo noticias porque compartimos la misma red social– olvidó, en su colegio, la tarea que debía presentar al día siguiente. Vía mensaje de texto, pidió a un compañero que se encontraba aún en el lugar que la escaneara y se la enviara por correo electrónico para imprimirla. En paralelo, solicitó por Twitter ayuda para resolver una pregunta y recibió más de diez respuestas con enlaces a fuentes diversas. En menos de cinco minutos, había logrado burlarse del tiempo y del espacio.
Conceptos como ‘educación móvil’ o ‘educación invisible’ desafían a la escuela como espacio único de acceso al conocimiento. Esto parece incomodar a quienes limitan su misión docente a la administración de datos, pero estimula a quienes se entienden como orientadores de saberes múltiples. Para ellos, los medios pueden ser excelentes aliados. Y la escuela seguirá siendo el lugar privilegiado para socializar y aprender, así como el maestro el sujeto que encamine esos procesos.
AUTODIDACTAS
La desatención tecnológica del sistema educativo (o su atención solo instrumental) resulta contraproducente. Diversos estudios concluyen que, por su plasticidad, nuestro cerebro es un órgano versátil para adaptarse a las necesidades que el cuerpo incorpore durante la vida. Así, las prácticas propias del uso intensivo e intuitivo de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) ocasionan estragos en la educación tradicional que no las incorpora.
La desatención tecnológica del sistema educativo (o su atención solo instrumental) resulta contraproducente. Diversos estudios concluyen que, por su plasticidad, nuestro cerebro es un órgano versátil para adaptarse a las necesidades que el cuerpo incorpore durante la vida. Así, las prácticas propias del uso intensivo e intuitivo de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) ocasionan estragos en la educación tradicional que no las incorpora.
El hecho de que los usuarios de las TIC seamos más distraídos y hasta superficiales, como señala el escritor estadounidense Nicholas Carr (1959) en su último libro, es consecuencia directa de ese formato de aprendizaje autodidacta. Carr insiste en que son los propios medios, más que sus contenidos, los que demarcan nuevas rutas en cuanto a las formas de producir y consumir información. ¿Cuánto de este debate llega al terreno pedagógico?
RE-MEDIOS
Los medios se resisten a sus propias muertes gracias al proceso que Marshall McLuhan denominó “remediación”, es decir, a la reinvención y reciclaje continuo de plataformas que incorporan atributos originalmente ajenos (el celular que sirve para ver televisión o navegar en Internet, por ejemplo). Ese darwinismo tecnológico, en el que solo los más aptos para la convergencia subsisten, vuelve más compleja y urgente la tarea de la escuela, pues el grado de apropiación de las TIC por parte de sus usuarios no tiene visos de finitud. Por el contrario, sus efectos son cada vez más evidentes y profundos, lo que plantea un nuevo reto para la sociedad en todos sus ámbitos: adaptarse o desaparecer.
Los medios se resisten a sus propias muertes gracias al proceso que Marshall McLuhan denominó “remediación”, es decir, a la reinvención y reciclaje continuo de plataformas que incorporan atributos originalmente ajenos (el celular que sirve para ver televisión o navegar en Internet, por ejemplo). Ese darwinismo tecnológico, en el que solo los más aptos para la convergencia subsisten, vuelve más compleja y urgente la tarea de la escuela, pues el grado de apropiación de las TIC por parte de sus usuarios no tiene visos de finitud. Por el contrario, sus efectos son cada vez más evidentes y profundos, lo que plantea un nuevo reto para la sociedad en todos sus ámbitos: adaptarse o desaparecer.
(*) Profesor de la Universidad de Lima
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